Quien se iba a imaginar que me acabaría liando con mi profesor de mates.
Todas las alumnas estábamos encantadas con la clase de matemáticas, aquel año fue inolvidable para mí, y me marcó para siempre.
Se llamaba Ruiz de apellido y tenía el pelo rizado casi a lo afro, era rubito, con carita aniñada y ojos azules, además era mi profe de mates.
Fue el año en el que más aprendí y no precisamente matemáticas.
Todas las chicas estábamos encantadas cuando le veíamos entrar por la puerta de la clase, siempre entraba con una sonrisa y su mirada directa. A mí me ponía muy nerviosa e incluso a veces mi amiga Pilar se reía de mí, porque me decía que me ponía roja al mirarle. No le faltaba razón. Creo que estaba enamorada de él, pero era algo imposible, él tenía 24 y yo casi los dieciocho.
Por las noches pensaba y soñaba con él, la piel me ardía de deseo y cuando cerraba los ojos lo veía y lo sentía en mi cama. Era entonces cuando comenzaba a acariciarme en el silencio de la noche y me doblaba de placer acallando mis gemidos, para no despertar a mis padres que dormían en la habitación contigua.
Cada día y cada noche que pasaba, mi pasión y mi deseo pasaron a ser algo enfermizo, mi cabeza solo podía pensar en una cosa. Tenía que hacer el amor con él.
Llegó el fin de semana y Pilar vino a buscarme para marcharnos a Myconos que era el garito de moda. Nos juntamos con los amigos de Nacho y como por arte de magia apareció él, entró en el garito con una morena que parecía de mi edad, se pusieron al final de la barra al lado de una columna, él me miró y le saludé con la mano y una sonrisa, él asintió.
Llevábamos como tres cubatas cada una y Pilar se estaba besando con Nacho mientras yo miraba la bronca que mi profe estaba teniendo con la morena que después de abofetearlo salió airada del garito. Pablo Ruiz, mi profe, se quedó en la barra algo descolocado como haciéndose el loco. Fue entonces cuando me lancé. Me fui hacia él y le pregunté que como es que qué estaba allí y si su novia se había marchado. Pablo me confesó que no era su novia que era solamente una amiga.
Sin pensarlo dos veces me abracé a él dándole un soberano beso en los morros, sintiendo como mi lengua invadía su jugosa boca.
Pablo me dijo que si sabía lo que estaba haciendo, que él no era de piedra, yo le contesté que sí lo sabía y que era algo que lo había deseado desde el mismo día que le vi.
Pablo me agarró de la cintura y metió su rodilla entre mis piernas y comenzó a moverla como si quisiera darme un masaje, notaba como me subía la temperatura y mientras me besaba de nuevo notaba como mi braga se humedecía.
No podía más, teníamos que salir de allí y buscar nuestra intimidad, solo los dos.
Fue cuando él tomo la iniciativa y me dijo que me quería enseñar algo.
Desde el final de la barra hice una seña a mi amiga Pilar como diciéndole que me iba. Ella lo entendió rápidamente, entre otras cosas porque se estaba dando un lote con Nacho que parecía que lo iban a hacer sobre la barra.
Nada más volver la esquina Pablo paró un taxi y me llevó a su casa. Era una casa muy hipi nunca lo hubiera imaginado en un profe de mates. Al llegar al dormitorio me quedé muy sorprendida tenía unos murales del camasutra alucinantes. El se sonrió diciendo vete fijando por que las vamos a probar todas. Efectivamente, pasó tiempo y probamos todas las posturas habidas y las inimaginables . Recuerdo una de las últimas veces como la más alucinante, nunca se me pasó por la cabeza que una verga de las dimensiones de Pablo pudiera entrar en mi culo hasta los testículos.
Ese día Pablo me enseñó un bote de lubricante color verde, que él mismo chupó de su dedo dándome a probar. Me preguntó que me parecía la gelatina de menta. Se untó su verga y llevó mi boca hacia ella. En verdad estaba rica pero no la gelatina sino el sabor de su piel. Después de una buena felación eyaculó en mi cara y tragué un poco de su semen, me gustaba estaba caliente y con un sabor levemente amargo. Después él comenzó a lamerme el ano, me gustaba me daba placer. Comenzó a lubricarme por todas partes y noté como metía su dedo suavemente, con movimientos lentos y suaves, me gustaba.
Este día acabó como si fuéramos animales salvajes, pasamos desde las cinco de la tarde hasta las diez en su casa, sin parar de penetrarme con sus dedos y con su enorme verga. Mientras mi amiga Pilar me cubría, para mis padres siempre tenía que hacer un trabajo en casa de Pilar.
Todos nuestros juegos duraron hasta que Pablo abandonó el colegio. Oficialmente se marchaba a Zaragoza para estar más cerca de su madre que estaba enferma.
Extraoficialmente parece que el director lo encontró metiéndole mano a otra alumna. Sabía que lo de Pablo no era amor pero no me importó mucho, fue un año de pasión, deseo, vicio y además aprobé mates con un sobresaliente.
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